El tema está inspirado en un texto filosófico de Descartes. Siempre me ha gustado pensar en el papel que cada uno toma en su vida y el porqué de ese rol, y me parece muy buena esa metáfora de que la vida es un teatro y que nosotros somos sus actores. Es inevitable que a veces nos sintamos en una tragedia y otras en el extremo más ridículo de una comedia; y creemos que hemos de entusiasmar a ese público que ha venido a ver nuestra obra cuando ignoramos que ese público somos nosotros mismos. Ese aplauso no vendrá dado por nuestras lágrimas ni por nuestros gozos, ni tan siquiera por un acto bien acabado; sino por el aprendizaje al que nos sometemos al comenzar la obra y la emoción que seremos capaces de causar al observador.
El telón se abre y empieza una carrera de vértigo. Unos danzan y otros reflexionan, mientras que unos desesperan otros ríen, y poco a poco vamos formando una historia caprichosa. Nos movemos a través de unos hilos invisibles que trazan el camino que nunca se ha de volver a pisar, y nos pasamos medio drama añorando todo aquello cuánto sucedió; a veces, hasta convirtiendo la tragedia en algo divertido. No comprendemos el sentido de nuestra obra hasta que la vemos acabada, por eso siempre estaremos llenos de dudas y reflexiones.
El desierto es un gran espacio vacío que representa la incertidumbre ante el futuro, la serpiente en alusión a Adán y Eva el pecado, al que algunos se abandonan el resto de su vida, y los ojos son los espectadores de la vida que en el fondo somos nosotros, por eso los ojos centrales miran directamente al espectador.
El bastidor está imprimado con una mezcla de cola blanca, pigmento blanco y blanco españa.
Empecé pintando con pigmentos muy aguados para definir las formas, y luego pasé a dar capas más espesas con pigmentos con cola sin aguar, y a dar texturas, para terminar dando una capa de encaústica a los ojos para darles un aspecto más brillante y natural.
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